Después de muchos amagos durante mi viaje, mi amiga Nuria, a la que conocí en Torres del Paine, Chile, en el año 2004 y con la que desde entonces mantengo una muy buena amistad, se decidió por fin a venir a verme y la suerte eligió nada menos que fuera a un destino como la Isla de Papua. Yo tenía billete comprado así que decidí quedarme tranquilo a esperar en Jayapura, entre una cosa y otra nada menos que una semana; eso incluía el fin de año, del cual ya conté la historia en una entrada anterior.
La ciudad de Jayapura no es muy grande y esta encajonada en un valle absolutamente verde, pero el interior es bastante sucio. No hay más que darse un paseo hacia el río que lo atraviesa para ver un catalogo muy diverso de basura y contaminación. Sin embargo, es un sitio en el cual se puede comer bien, hay distintos tipos de restaurantes, generalmente regidos por gente de otras islas como Java o Sulawesi y en el que además la gente es muy amigable. Yo decidí tomármelo con paciencia, una vez me aposenté en el hotel Jayapura, el único lugar barato de la ciudad y uno de los lugares más cutres en los que me he quedado en todo el viaje, me dediqué a darme mis paseítos por la ciudad, ya sea para ir a comer, al supermercado, a recomponerme un poco o a jugar algunas partidas al ajedrez con algunos conocidos que había hecho por aquí. Aparte del fin de año, también me invitaron a alguna fiesta papúas que fueron de lo más auténtico. A esta gente les encanta bailar y unos y otros me sacaban a la pista. Para ellos aceptar es como un símbolo de amistad, así que me eché mis pasos con mucha gente: el misionero fondoncillo con barba, el cachitas de las fuerzas armadas que me tenía acogotado a enseñarme fotos de tanques y paradas militares en su móvil, el papúo de largas rastas, la mamá que parecía salida de “lo que el viento se llevó” y así un sinfín de gente. Aparte de hacerme pasar un buen rato, me ha gustado mucho además la tolerancia de esta gente con colectivos que en otros lugares están algo marginados.
El viernes, después de un largo viaje de 36 horas, aterrizó Nuria en Jayapura. Hasta el martes siguiente no nos iremos al Baliem Valley así que estos días me he dedicado a irla introduciendo de manera gradual a las costumbres de aquí, que sobre todo en lo gastronómico requieren un cierto tiempo de adaptación para soportar los picantes y algunos sabores a los que no estamos muy acostumbrados en España.
Después de una semana aquí ya era un personaje bastante integrado en la ciudad...
La ciudad de Jayapura no es muy grande y esta encajonada en un valle absolutamente verde, pero el interior es bastante sucio. No hay más que darse un paseo hacia el río que lo atraviesa para ver un catalogo muy diverso de basura y contaminación. Sin embargo, es un sitio en el cual se puede comer bien, hay distintos tipos de restaurantes, generalmente regidos por gente de otras islas como Java o Sulawesi y en el que además la gente es muy amigable. Yo decidí tomármelo con paciencia, una vez me aposenté en el hotel Jayapura, el único lugar barato de la ciudad y uno de los lugares más cutres en los que me he quedado en todo el viaje, me dediqué a darme mis paseítos por la ciudad, ya sea para ir a comer, al supermercado, a recomponerme un poco o a jugar algunas partidas al ajedrez con algunos conocidos que había hecho por aquí. Aparte del fin de año, también me invitaron a alguna fiesta papúas que fueron de lo más auténtico. A esta gente les encanta bailar y unos y otros me sacaban a la pista. Para ellos aceptar es como un símbolo de amistad, así que me eché mis pasos con mucha gente: el misionero fondoncillo con barba, el cachitas de las fuerzas armadas que me tenía acogotado a enseñarme fotos de tanques y paradas militares en su móvil, el papúo de largas rastas, la mamá que parecía salida de “lo que el viento se llevó” y así un sinfín de gente. Aparte de hacerme pasar un buen rato, me ha gustado mucho además la tolerancia de esta gente con colectivos que en otros lugares están algo marginados.
El viernes, después de un largo viaje de 36 horas, aterrizó Nuria en Jayapura. Hasta el martes siguiente no nos iremos al Baliem Valley así que estos días me he dedicado a irla introduciendo de manera gradual a las costumbres de aquí, que sobre todo en lo gastronómico requieren un cierto tiempo de adaptación para soportar los picantes y algunos sabores a los que no estamos muy acostumbrados en España.
Después de una semana aquí ya era un personaje bastante integrado en la ciudad...
2 comentarios:
Así que te estás volviendo un experto ajedrecista eh? ya hablaremos ya!
Sigue disfrutando! y disfruta de la compañía que te vendrá muy bien vivirlo en tu idioma!!
Ya veo que aprendes a bailar papue y además tienes con quien echar tus partiditas de ajedrez, lo que no dijiste es el nivel de tus contrincantes y eso huele a que te dieron para el pelo. yo ya no tengo con quien jugar, pues a Carlos y Dácil como les gano siempre aun cuando algunas veces me tengo que parar a pensar, no quieren jugar conmigo, pero no se dan cuenta que la mejor forma de aprender es sacando conclusiones de las derrotas. o al menos eso creo que decia Napoleón. No se si desde ahi me puedes mandar algún correo interesante por sus vistas
pues ya tengo una colección de ellos, de vistas, de historia de cultura antigua, graciosos y curiosos.En algo hay que entretener el tiempo, que no me puedo dar el lujo de dejarlo pasar sin saludarlo al menos. Cuando llegues, creo que ya tienes materia para empezar a escribir algo interesante de tu vida, pues tienes casi la obligación de hacer partícipes a los demás de tus aventuras y desventuras como D. Quijote. Celebraremos tu llegada con un buen almuerzo familiar, rociado de algún vinillo mejor de los que seguramente encontrarás por esos lares. Un abrazote. a.p.a.p.
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