Al final decidí quedarme a pasar las Navidades en Tana toraja por varias razones. La primera porque es una de las pocas zonas cristianas de Sulawesi y al menos aquí podía sentir que había algunas luces para celebrarlo en las calles; pero sobre todo por que llevaba mucho trote en el cuerpo y me apetecía estacionarme durante un buen tiempo en un lugar donde a la vez pudiera estar tranquilo y entretenido.
Yo me había quedado fascinado con los funerales de los torayas y estos días se iba a producir una de las ceremonias más importantes de los últimos tiempos, de esas en las que según su escala de medición (en número de búfalos sacrificados) ascienden a más de 100.
A los extranjeros siempre nos dan la bienvenida a los funerales, así que me compre un cartón de tabaco para ofrecerselo a la familia y me fui sólo hacia allá. A la entrada del enorme recinto que habían construido para celebrar el funeral, me encontré con Dian, una periodista de Yogja. Ella ya conocía a la familia del difunto, así que nos sentamos directamente con ellos. La acción en los funerales, aunque no paran de suceder cosas, transcurre bastante lenta. Por ejemplo, ese día estaba previsto traer un enorme monolito que cargaron entre 60 personas para plantarlo, en memoria del difunto, a la mitad de la plazoleta central. Por la tarde organizaron una pelea de búfalos en una pradera cercana, que por cierto son de lo más divertido. La multitud se coloca en los alrededores y los dueños de los animales los van trayendo en parejas para ver si al final estos pacíficos animales acaban dándose unas cornadas. Mientras tanto los apostadores circulaban alrededor mía intercambiándose en función del resultado los billetes entre las manos. A veces, después de pelear, uno de los búfalos salía en estampida y la gente que estaba cerca comenzaba a correr cómo posesos hacia un lugar seguro; otras el vencedor salía también en persecución de su contrincante y venían corriendo por la carretera mientras todo el mundo ponía pies en polvorosa; algunos pocos, incluyendo algunos policías de trafico, intentaban hacerlos volver a su calmado estado natural. Estuve yendo varios días a este funeral, acompañé la procesión en la que traían al difunto, pasaba el tiempo charlando con la gente en las villas y gracias a Dian, que muchas veces hacia de traductora, me enteré bastante bien de las motivaciones de tan antiguas tradiciones.
El día de los invitados es sin duda un momento de gran espectáculo. Los grupos de las villas cercanas van trayendo sus ofrendas, ya sea un cerdo o un búfalo y cada vez que aparecen, la familia les acompaña a dar la vuelta al recinto. A todo esto, a cualquiera que venga le ponen su plato de comida y bebida. En realidad es lo que dije la otra vez, como una inmensa fiesta pródiga en pomposidad y por cierto un enorme despilfarro de dinero. La familia nos comentó que el funeral les había costado alrededor de unos 5 billones de rupias, que al cambio son nada menos que unos 360.000 euros... ¡toma ya!.
En este funeral, dada su importancia tambien bailaban la danza de la guerra y había algunos ejemplares de búfalo que eran simplemente increíbles, con cuernos que yo creo rozaban el metro de largo.
Ya he comentado que me parece increíble el funcionamiento de esta sociedad en tanto en cuanto si eres alguien importante, absolutamente todo el mundo trabaja gratis para la celebración del funeral. Otro detalle que me sorprendió, es que si vas a saludar al jefe del clan, no puedes hacerlo nunca desde un nivel superior; es decir, si él está sentado, tú tienes que hacer lo mismo; lo contrario está muy mal visto en Toraja.
La nochebuena, que me tocó aquí también la pase con Dian y Danu, su compañero de trabajo y también procedente de Yogja. También se vino con nosotros a cenar y a celebrarlo con un par de cervezas Félix, un español que nos encontramos en la ceremonia, con lo que esa noche, que hasta este año siempre había pasado con mis padres y mi familia, se me hizo bastante más llevadera. Sin embargo, en las calles no hay ninguna animación, la gente se queda en casa y no salen en toda la noche, así que despues de cenar me despedí de mis amigos y regresé a dormir a mi hotel.
Yo me había quedado fascinado con los funerales de los torayas y estos días se iba a producir una de las ceremonias más importantes de los últimos tiempos, de esas en las que según su escala de medición (en número de búfalos sacrificados) ascienden a más de 100.
A los extranjeros siempre nos dan la bienvenida a los funerales, así que me compre un cartón de tabaco para ofrecerselo a la familia y me fui sólo hacia allá. A la entrada del enorme recinto que habían construido para celebrar el funeral, me encontré con Dian, una periodista de Yogja. Ella ya conocía a la familia del difunto, así que nos sentamos directamente con ellos. La acción en los funerales, aunque no paran de suceder cosas, transcurre bastante lenta. Por ejemplo, ese día estaba previsto traer un enorme monolito que cargaron entre 60 personas para plantarlo, en memoria del difunto, a la mitad de la plazoleta central. Por la tarde organizaron una pelea de búfalos en una pradera cercana, que por cierto son de lo más divertido. La multitud se coloca en los alrededores y los dueños de los animales los van trayendo en parejas para ver si al final estos pacíficos animales acaban dándose unas cornadas. Mientras tanto los apostadores circulaban alrededor mía intercambiándose en función del resultado los billetes entre las manos. A veces, después de pelear, uno de los búfalos salía en estampida y la gente que estaba cerca comenzaba a correr cómo posesos hacia un lugar seguro; otras el vencedor salía también en persecución de su contrincante y venían corriendo por la carretera mientras todo el mundo ponía pies en polvorosa; algunos pocos, incluyendo algunos policías de trafico, intentaban hacerlos volver a su calmado estado natural. Estuve yendo varios días a este funeral, acompañé la procesión en la que traían al difunto, pasaba el tiempo charlando con la gente en las villas y gracias a Dian, que muchas veces hacia de traductora, me enteré bastante bien de las motivaciones de tan antiguas tradiciones.
El día de los invitados es sin duda un momento de gran espectáculo. Los grupos de las villas cercanas van trayendo sus ofrendas, ya sea un cerdo o un búfalo y cada vez que aparecen, la familia les acompaña a dar la vuelta al recinto. A todo esto, a cualquiera que venga le ponen su plato de comida y bebida. En realidad es lo que dije la otra vez, como una inmensa fiesta pródiga en pomposidad y por cierto un enorme despilfarro de dinero. La familia nos comentó que el funeral les había costado alrededor de unos 5 billones de rupias, que al cambio son nada menos que unos 360.000 euros... ¡toma ya!.
En este funeral, dada su importancia tambien bailaban la danza de la guerra y había algunos ejemplares de búfalo que eran simplemente increíbles, con cuernos que yo creo rozaban el metro de largo.
Ya he comentado que me parece increíble el funcionamiento de esta sociedad en tanto en cuanto si eres alguien importante, absolutamente todo el mundo trabaja gratis para la celebración del funeral. Otro detalle que me sorprendió, es que si vas a saludar al jefe del clan, no puedes hacerlo nunca desde un nivel superior; es decir, si él está sentado, tú tienes que hacer lo mismo; lo contrario está muy mal visto en Toraja.
La nochebuena, que me tocó aquí también la pase con Dian y Danu, su compañero de trabajo y también procedente de Yogja. También se vino con nosotros a cenar y a celebrarlo con un par de cervezas Félix, un español que nos encontramos en la ceremonia, con lo que esa noche, que hasta este año siempre había pasado con mis padres y mi familia, se me hizo bastante más llevadera. Sin embargo, en las calles no hay ninguna animación, la gente se queda en casa y no salen en toda la noche, así que despues de cenar me despedí de mis amigos y regresé a dormir a mi hotel.
1 comentarios:
que historias...
seguro que lo de correr delante del búfalo lo hicieron en homenaje tuyo por eso de los sanfermines
Muchos euros son esos no?? jodooo
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