Al día siguiente tuvimos la suerte que había un barco en dirección a Wewak (solo sale una vez cada dos semanas) así que compramos un ticket para ir en cubierta en un trayecto que duraría 14 horas. Los barcos son bastante pequeños y están bastante concurridos. Hay varias (calurosas) cubiertas pero cuando el ferry va completo la gente aprovecha cada uno de los recovecos para encontrar un sitio donde poder echarse a dormir.
A nuestro lado había una chica que tenia de mascota un perezoso; no es la primera vez que nos tropezamos con animales domésticos como canguros de los árboles o también algún casuari (algo parecido a un emú pero más pequeño) correteando por el mercado de Vanimo. Papua tiene todavía una naturaleza exuberante y salvaje con una fauna y una flora absolutamente impresionantes, incluso muchos de los territorios selváticos permanecen aún inexplorados. Llegamos por la mañana a Wewak, una población un poco más grande que Vanimo.
En Jayapura habíamos conocido a Jeffrey, un amable guineano que estaba en el hotel de Nuria y que nos había ayudado con algunos contactos en Papua Nueva Guinea. El no nos había dicho nada, pero cuando empezamos a contactar con la gente que nos había dicho resultó que todos eran pastores de la Iglesia de Pentecostés. Nos dimos cuenta que había removido cielo y tierra por ayudarnos cuando Nuria se puso a hablar con una pareja en el barco y resultó que eran amigos de Jeffrey y que el les había dicho que nos echaran una mano al llegar a Wewak. La pareja nos acompañó al banco, a las oficinas de las compañías marítimas (para buscar nuestro siguiente desplazamiento hasta Madang) y hasta a buscar el transporte para llegar hasta Angoram, en la ribera del río Sepik.
La manera de moverse por carretera aquí es a través de PMV (public motorized vehicle) que son camiones con asientos a los lados y que también suelen ir hasta la bandera. Los papuos del Sepik que vienen a Wewak llenan el transporte de cajas con cervezas, comida y todo lo que encuentran en Wewak y no se puede encontrar en sus villas. Cuando empieza a llover corren un techo de plástico con lo que se hace la penumbra dentro del camión.
El trayecto hasta Angoram es de sólo 4 horas pero se hacen bastante pesadas porque la carretera es muy mala y además, con tanta carga en el camión no se pueden ni estirar las piernas. Nuestro destino era la casa del Pastor Peter Kone. Nosotros estábamos casi seguros que Jeffrey no lo había podido avisar previamente (no había teléfono en el país desde que nosotros llegamos) así que cuando el PMV soltó nuestras mochilas en su casa pudimos ver la cara de sorpresa de Peter. Enseguida le dijimos quien nos había mandado y como nos habíamos puesto en contacto con él y su cara se relajó; nos ofreció alojamiento en un pequeño cuartito que tenía en su casa. La acogida que nos hicieron fue simplemente increíble. Geraldine, su mujer, nos dio de comer como reyes, verduras, arroz y pescado. Aquí no hay electricidad y por la noche la gente se reúne después de la cena al lado del fuego para hablar un rato o jugar a las cartas. Al día siguiente Peter nos acompañó hasta el mercado para buscar con éxito a la familia de Jeffrey, que nos llevaría hasta su pueblo, Kambaramba. Lo único que nos pidieron fue que pagáramos la gasolina del bote, que por cierto aquí es un bien muy preciado y extremadamente caro. Peter además le dijo a un compañero pastor que nos acompañase y cuidara de nosotros y la verdad que los dos días que estuvimos con ellos siempre estaba allí, pendiente de cada uno de los detalles.
A nuestro lado había una chica que tenia de mascota un perezoso; no es la primera vez que nos tropezamos con animales domésticos como canguros de los árboles o también algún casuari (algo parecido a un emú pero más pequeño) correteando por el mercado de Vanimo. Papua tiene todavía una naturaleza exuberante y salvaje con una fauna y una flora absolutamente impresionantes, incluso muchos de los territorios selváticos permanecen aún inexplorados. Llegamos por la mañana a Wewak, una población un poco más grande que Vanimo.
En Jayapura habíamos conocido a Jeffrey, un amable guineano que estaba en el hotel de Nuria y que nos había ayudado con algunos contactos en Papua Nueva Guinea. El no nos había dicho nada, pero cuando empezamos a contactar con la gente que nos había dicho resultó que todos eran pastores de la Iglesia de Pentecostés. Nos dimos cuenta que había removido cielo y tierra por ayudarnos cuando Nuria se puso a hablar con una pareja en el barco y resultó que eran amigos de Jeffrey y que el les había dicho que nos echaran una mano al llegar a Wewak. La pareja nos acompañó al banco, a las oficinas de las compañías marítimas (para buscar nuestro siguiente desplazamiento hasta Madang) y hasta a buscar el transporte para llegar hasta Angoram, en la ribera del río Sepik.
La manera de moverse por carretera aquí es a través de PMV (public motorized vehicle) que son camiones con asientos a los lados y que también suelen ir hasta la bandera. Los papuos del Sepik que vienen a Wewak llenan el transporte de cajas con cervezas, comida y todo lo que encuentran en Wewak y no se puede encontrar en sus villas. Cuando empieza a llover corren un techo de plástico con lo que se hace la penumbra dentro del camión.
El trayecto hasta Angoram es de sólo 4 horas pero se hacen bastante pesadas porque la carretera es muy mala y además, con tanta carga en el camión no se pueden ni estirar las piernas. Nuestro destino era la casa del Pastor Peter Kone. Nosotros estábamos casi seguros que Jeffrey no lo había podido avisar previamente (no había teléfono en el país desde que nosotros llegamos) así que cuando el PMV soltó nuestras mochilas en su casa pudimos ver la cara de sorpresa de Peter. Enseguida le dijimos quien nos había mandado y como nos habíamos puesto en contacto con él y su cara se relajó; nos ofreció alojamiento en un pequeño cuartito que tenía en su casa. La acogida que nos hicieron fue simplemente increíble. Geraldine, su mujer, nos dio de comer como reyes, verduras, arroz y pescado. Aquí no hay electricidad y por la noche la gente se reúne después de la cena al lado del fuego para hablar un rato o jugar a las cartas. Al día siguiente Peter nos acompañó hasta el mercado para buscar con éxito a la familia de Jeffrey, que nos llevaría hasta su pueblo, Kambaramba. Lo único que nos pidieron fue que pagáramos la gasolina del bote, que por cierto aquí es un bien muy preciado y extremadamente caro. Peter además le dijo a un compañero pastor que nos acompañase y cuidara de nosotros y la verdad que los dos días que estuvimos con ellos siempre estaba allí, pendiente de cada uno de los detalles.
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