El ritmo pausado del desierto

El desierto oeste de Egipto, parte del Sáhara, es uno de los mayores del mundo. Cientos de kilómetros de arena y piedras, compartidos con Libia, que empiezan poco más allá de las orillas del Río Nilo. Dentro de él, hay 5 grandes oasis. Y ¿como espera uno esos oasis?, ¿unas cuantas casas de adobe rodeadas de palmeras?... ¡Pues no! En realidad son ciudades relativamente grandes, que han sido fruto de un ambicioso esfuerzo de modernización y que, eso si, dentro de ese océano de palmeras, presentan amplias calles de dos carriles por sentido, aceras, alineaciones de árboles (especialmente Al Khargha y Daklha)… Las casas de adobe se quedan exclusivamente en las antiguas ciudadelas o en las fortalezas.

Para llegar desde Luxor al primero donde me voy a quedar, el oasis de Daklha, tuve que coger un tren mañanero a la ciudad de Asyut, una primera (e infernal por el calor) guagua al oasis de Al Kharga, y esperar unas horas, hasta las 11 de la noche que salía la otra (de dos horas y media) . Yo soñaba con echar una cabezadita en el bus, pero cuando subí, empece a buscar con la mirada un sitio libre,..y, ¡maldicion! Allí no había ni uno. Así que ni corto ni perezoso, lancé la mochila al pasillo, me senté en ella y ahí me quede tieso como el replicante de Blade Runner. Al día siguiente y sin prisas, me fui a ver la antigua ciudadela otomana de Al Quasr. Aquí, la forma más fácil de moverse es en unas pick-up estilo Plasencia, preparadas con unos bancos, en las cuales uno no se puede ni imaginar la cantidad de gente que puede caber. Eso si, con 1£ (12 céntimos) te puedes recorrer 30 km. En Al Quasr da gusto callejear, está muy fresquito y todo esta lleno de detalles, pequeñas puertas labradas, escaleras de adobe, vigas de troncos de palmera,…alguna que otra parabólica y es que en estas casas sigue viviendo aún bastante gente. Por cierto, aquí la gente te va saludando y hablando contigo cuando te ven caminando por la calle y todo va a un ritmo muy, pero que muy pausado. La siguiente estación, es el oasis de Bahariya, el lugar más adecuado para organizarse excursiones a los maravillosos paisajes de el Desierto Blanco y el Desierto Negro. Si vienes solo, como yo, a veces no es fácil, tienes que buscar alguna compañía para abaratar los costes, pero todo es cuestión de tiempo. El desierto negro se llama así, porque la erosión de las montañas deja su rastro en forma de rocas negras, que sobre la arena blanca le dan al paisaje un aspecto impresionante. El Desierto blanco, sin embargo, es de ese color por el afloramiento de planchas de yeso (creo) y además te lo encuentras plagado de extrañas estructuras, como de 3 ó 4 metros , unas en forma de seta, otras en forma de arbol de piedra y algunos otros, me recuerdan a formas que no voy a mencionar.

Aunque, lo mejor, sin duda, es quedarse atontado en el campamento nocturno, viendo la noche estrellada y el increíble amanecer del desierto. A todo el que venga a Egipto les recomiendo venir porque, además, se puede organizar fácilmente hasta desde El Cairo.

Por cierto, si me permiten un minuto de solemnidad, les ruego un sentido homenaje a mi cámara digital que tantas veces me había acompañado, y que murió, o al menos perdió buena parte de sus facultades digitales, en plena tormenta de arena ¡Descanse en punto limpio!

Por cierto, les animo a poner comentarios, que sepan que me alegran muchiiisimoo!