La capital de Irán es una megalópolis de 15 millones de habitantes, con un tráfico y una polución espantosos. No puedo decir que haya muchas cosas para ver en esta ciudad, sobre todo porque los tres días que estuve allí me encontraba un poco cansado, no me motivaba mucho ir a museos y me dediqué a vaguear un poco en el hotel y a intentar buscar, con desigual fortuna, algún visado.
Lo bueno de esta ciudad es que está rodeada de grandes montañas, que aún en mayo conservan nieve.
Lo malo de esta ciudad es que es tan grande que por ejemplo, para llegar desde el hotel a la embajada de Turkmenistán tuve que coger combinación de metro, guagua y taxi.
El metro de la ciudad es hipermoderno, barato, limpio y muy bien señalizado y aunque aún no hay muchas líneas, parece ser que lo están ampliando. En las guaguas, de la mitad hacia delante van los hombres y de la mitad hacia atrás las mujeres, supongo que para evitar tocamientos impuros.
Teherán está totalmente dividida por autopistas de 3 ó 4 carriles por banda que intentan aligerar un poco el pesado tráfico. Sin duda alguna, el mayor riesgo que corres en esta ciudad es el de ser atropellado, hasta las motos van por las aceras...
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