21 oct 2008

En los manglares y hacia el Sudeste de Asia

Desde Morelganj salimos ya de noche y en tres guaguas sucesivas nos plantamos en Mongla. Por el camino, por supuesto y como en muchos lugares del mundo, los taxistas intentan confundirte a base de mentiras universales como "ya no hay más autobuses" o "te va a costar lo mismo que mi taxi".
A Mongla yo quería venir para ver el P.N. Sundarban un poco más desde dentro. Me llevé una pequeña desilusión porque el bote te deja en el límite del parque y luego te das un paseo por unas pasarelas de madera hacia el interior del manglar. Acabada la plataforma el del bote me dijo: ¿volvemos?. El sendero seguía hacia el manglar así que a pesar que el chico no estaba por la labor (demasiado barro!...) continuamos. Aquello parecían arenas movedizas, Cristina me decía ¡ya no te hago más caso nunca! y el otro sólo repetía ¡ya lo decía yo!. Eso sí, yo con el barro hasta las rodillas pero con más contento que unas pascuas. Después te llevan a un centro de recuperación de cocodrilos donde aprovechamos para lavar nuestras maltrechas ropas en una charca.
Decidimos emprender el camino de vuelta hasta el aeropuerto de Dakha. Aunque mi intención es ir siempre por tierra, las rígidas normas del gobierno de Myanmar te obligan a atravesarlo por aire. También en Malasia, Indonesia y Filipinas no quedará más remedio que volar alguna vez por lo discontinuo del territorio.
Tuvimos que esperar todo el día en Khulna, una ciudad extrañamente tranquila y sin coches para ser Bangladesh.
Yo aproveché para afeitarme, eso sí, con el auditorio de siempre observando como a este servidor le rasuraban la cara. A Cristina, que estaba sentada esperando por fuera, le hacían el habitual cuestionario ¿De donde eres?
¿Cual es tu profesión? ¿Cual es tu salario? ¿Cual es tu relación con él?. A esto último ya contestábamos a conveniencia: amigos (la verdad y la respuesta menos frecuente), hermanos o marido y mujer (da menos juego y conversación...)
Al final llegamos al aeropuerto con más que tiempo suficiente. A Cristina le había sobrado bastante dinero así que empezó a buscar en los bancos a ver si alguien le cambiaba los thaka por alguna moneda reconocible en el resto del mundo. Después de muchas negativas tuvo que acudir a uno de los guardias de seguridad del aeropuerto que trató el asunto como si fuera otro tipo de comercio más ilícito.
El último susto de Bangladeshi me lo dió el policía de frontera que cuando fue a poner el sello me dijo: no puede embarcar, tiene que salir por el mismo lugar por el que entró al país; a mi me salió un ¿Queeeé?. Hice en un segundo un repaso mental a todo lo que ello me suponía: una nueva visa para la India, muchísimo transporte para volver a Calcuta, el billete de avión... Tras un pequeño "intercambio de opiniones" nos pusieron finalmente el sello y pudimos sentarnos cómodamente en nuestro avión con destino a Bangkok.
Bangladesh ha sido un país muy especial, es un lugar para encontrarte con gente maravillosa, muchas de ellas de carácter positivo a pesar de sus circunstancias y también un lugar con un paisaje sumamente peculiar.

1 comentarios:

asun dijo...

Hola Gus,

que flaquito te veo chiquillo, cuídate y come algo,...

estoy enganchada y tengo que abrir tu página día si, día también.

desde gran canaria con mucho cariño te envío mis deseos más maravillosos para ti.

lo dicho !cuídate, sé feliz, !!come algo¡¡ y disfruta de ese viaje y sigue haciéndonos disfrutar con tus relatos y fotos.

un besote muy muy grande,


asun rguez.