Sanguijuelas

Retomamos el camino para dirigirnos hacia Taman Negara, una de las selvas mejor conservadas del Sudeste de Asia. Tras pasar la noche en Khota Baru en compañía de los finlandeses y encontrarnos de nuevo en el backpacker con Carmen y Mery, parte de la compañía que tuvimos en Ton Sai, salimos a las 5:30 de la mañana para coger el "tren de la jungla" que atraviesa el país hasta llegar a Jerantut, puerta de entrada del Parque Nacional. Habíamos oído hablar muy bien de este trayecto en tren pero, aunque es bonito, no colmó mis expectativas. Quizás si te paras en alguna de las villas del camino es mucho más interesante.

Tras acopiar algunos víveres y pasar la noche en Jerantut, nos dirigimos hacia el Parque Nacional. En el autobús nos encontramos con Oliver y Susi, una pareja germano-taiwanesa con los que compartimos los dos días aquí.

Hicimos un trekking de unos 12 km. entre la jungla. Dicen que Taman Negara es una de las junglas accesibles mejor preservada y que además conserva hasta lugares inexplorados. Ahora, si tu intención es venir aquí para ver animales, hay que saber que es muy difícil... Lo más que vas a ver, a no ser que recorras a fondo el parque son hormigas, enormes mariposas y con suerte algún mono.
Sin embargo, las reinas de Taman Negara son sin duda las sanguijuelas. Yo había oído a otros viajeros hablar de ellas pero hasta que no lo sufres en tus propias carnes no lo puedes creer. Yo me até bien las botas, calcetines y pantalón largo a muy ufano me dije: a mí seguro que no me va a pasar; pero cuando tras dos horas de caminar, paré un momento para revisar, allí estaban, encima del calcetín e infladas de toda la sangre que me habían arrebatado. Aunque fuera sábado 24, aquello se asemejaba más a Viernes 13 o a La Pasión de Cristo . En 6 horas que tardamos en llegar al hide, una especie de albergue a la altura de las copas de los árboles, simplemente nos masacraron ¡Vampiras! . El camino por la selva es muy bonito aunque durillo, siempre hacia arriba y abajo y muy resbaladizo. Por el camino nos encontramos con algunos miembros de los Orang, los pobladores de la selva; las mujeres todavía van con los pechos al aire y los hombres aún acarrean con su cerbatana.
Lo mejor de venir aquí sin duda es oír el ruido nocturno de la selva, una sinfonía de sonidos de insectos, pájaros y monos.